domingo, 17 de febrero de 2008

¿Valiente o insensato?

Todo en esta vida tiene límites. Hay momentos en el que dejas de ser gracioso para resultar antipático, o dejas de ser valiente para convertirte en insensato. Sólo haría falta tener claro cuál es el límite para saber de qué lado quedarte y no transgredir la frontera que bien podría llevarte al terreno del infortunio.
Pero mejor explico a qué viene todo esto. Salvador Castillo, jefe de Redacción de El Carabobeño por más de 30 años, me dijo en una oportunidad que "un periodista sólo tiene su buen nombre profesional", y esa frase me ha servido de excusa para, en muchas oportunidades, justificar mis arrebatos.
He tildado de "insostenibles" situaciones no tan terribles y mucho menos insoportables, simplemente porque ya no quería seguir en lo que anduviese y así poder otorgarme el permiso moral de largarme de una buena vez por todas y para siempre a otro rincón de este país donde pudiera seguir haciendo lo que bien me viniera en gana.
He ido y venido de ciudad en ciudad, he cambiado de trabajos, me he quedado sin ellos, he dejado afectos, casas, vidas completas, sustentado solamente en que "mi orgullo profesional" no soporta a una loca tirana, o a un estúpido débil de caracter con aspiraciones de ogro.

Eso podría tildarse de "valentía", por aquello de no dejarme imponer el "bozal de arepa", hacer valer mis convicciones y arriesgarme confiando en que mis habilidades y experiencia me abrirían nuevas sendas. En la mayoría de los casos tuve razón.
No he pensado en el futuro, siempre fui demasiado joven como para que eso fuera una razón para detenerme. Además, mi condición de gay me ha permitido no tener ataduras de ningún tipo, sin mujer, hijos o pareja estable, pues he podido largarme a la gran aventura de la nada sin arrastrar a nadie a la inseguridad de no tener trabajo.
Pero los últimos 6 o 7 años el trabajo ha sido constante, he salido de un empleo para otro seguro y mejor, no he tenido la angustia de no saber qué será de mi, pues 15 y último el pago siempre está ahí, a pesar de lo cuál la perspectiva de renunciar y lanzarme a la nada no me resulta tan aterradora, razón por la cual renunciar a mi trabajo hace dos días no me costó mucho que digamos.
El asunto es este: el jefe me pide reflexione y me quede, eso es halagador, pero enfrentarme a mi jefa inmediata todos los días con su maldita habilidad de estresarme instantáneamente no es nada alentador.
Si mi madre supiera algo me haría sentir culpable porque no estoy pensando en mis casi 40 años, el futuro, la familia y las buenas costumbres y la aparente estabilidad. Según ella mi curriculo habla muy mal de mi a pesar de los cargos que he ocupado y las mejoras evidentes que evidencia de un cargo a otro.
El dinero me importa, mis planes también, pero ¿Y mi felicidad? ¿Qué hago con la insatisfacción cotidiana? ¿Cómo se maneja el que una vez llegada la hora de ir a trabajar no se quiera ir? ¿Soy valiente por arriesgarme a ser feliz nuevamente? ¿O sólo soy un insensato que no es capaz de ver que se equivoca al no aguantar más para así obtener mayor "estabilidad"?
Maldita estabilidad, debería calificar como mala palabra...

2 comentarios:

Juan Luis Urribarrí dijo...

Oh! ¿Por qué me son tan familiares estas palabras tuyas? Será por lo mucho que nos parecemos y por lo similar de nuestras condiciones. Tu sabes de qué hablo.

Ahora, su tu jefe te dice lo que te dice, tu deberías convencerlo de que atienda tus necesidades y busque las maneras de equilibrar tu trabajo y el de la bruja esa (ups!! Lo pensé o lo escribí). En tu caso vale la pena reconsiderar.


Besos desde mi Cantina

PD: Pásate y sírvete un par de copas, yo invito

Sandum dijo...

Well... Y yo que vivo todo estresado quejandome del fastidio de mis jefes, no sé, sera por que soy masoquista... Voy a seguir esa estrategia, total no tengo (aún) arraigos de ningún tipo!

Un pana colabora