jueves, 11 de diciembre de 2008

El cascanueces

Ya casi es Navidad otra vez y con la aproximación de la
fiesta vuelve el empeño de vestir de fiesta esta casa
que guarda mi vida desde su prinicipio.



No sé por qué extraña razón acá en Venezuela tenemos la atávica costumbre de adornar las mesas navideñas con nueces de todos los tipos posibles, desde la nuez que todos conocemos, pasando por las almendras en su concha, las avellanas, las nueces de macadamia, las de Brasil y cualquier otra cosa que haría realidad el paraíso de la ardilla prehistórica de la película la Era del Hielo.
Esas nueces se convierten junto al arbolito, el nacimiento, las luces, las bambalinas, los lazos, los muñecos de cerámica, las botas de fieltro, los manteles con campanas bordadas, las estrellas de Belén y pare usted de contar, en los indicativos de que algo importante está pasando.
Muchos de estos adornos han estado desde siempre en mi casa. Hay cosas inconcebibles como dos cabitos de lo que fueron un par de velas que alguna vez le regalé a mi madre siendo un niño, escogidas de un catálogo y compradas a una vieja amiga ya muerta con lo reunido del dinero de mis meriendas; hay dos grandes velones hechos por el padre de otra vieja amiga y que nos regalaron hace más de 20 años y que nos costó más de 10 años convencer a mamá que sería "interesante" encenderlas así fuera en Nochebuena.
Están los adornos de madera pintada que le envió de regalo otra de mis tías radicada en el país del norte durante la primera Navidad que pasó lejos de la familia, hace ya 10 años, y está la colección de muñecos de cerámica pintada al frío por otra más de mis tías, la que todos reconocen como la más hábil con las manos. Hay de todo en mi casa para recordarnos que la Navidad impera, pero nunca es suficiente.
Este martes llegó de viaje una tía, vino de los Estados Unidos a donde fue -supongo- a no sé qué chanchullo de los que miles y miles de venezolanos realizan mensualmente para dar al traste con el control cambiario que ya no sé desde cuándo tiene impuesto el gobierno, empeñado en decirle a la gente cómo gastar su dinero mientras intenta mantener a flote una economía que ha subsistido sólo gracias a los altos precios del barril de petróleo.
Pero es diciembre, no nos interesa la economía, nos interesa el gasto, y cómo les contaba, mi tía fue unos días a los Estados Unidos y mi madre aprovechó para encargarle algo de la ilusión de felicidad con la que atiborramos nuestras casas en estas fechas.
Unos pocos dólares y muchas instrucciones, siendo la principal la de hacer rendir el dinero lo más posible, llevaba mi tía, siempre fiel defensora de los sueños de mi madre, en algún bolsillo de su cartera.
A saber, el encargo incluía: un juego de mantelitos individuales de esos que se colocan debajo de cada plato, unas esencias para perfumar las salas de baño, un "camino de mesa" -eso que en otras partes llaman "carpeta" -creo-, y que no es más que un mantel angosto y corto que van en el medio de la mesa del comedor o encima de cualquier otro mueble en el que mi madre decida que se ve "bien"; y el encargo principal: un cascanueces.
Sí. Un cascanueces, y no de esos que parecen un alicate, no señor, un cascanueces como el de Clara, la del ballet con música de Tchaikovski, de madera pintada semejando un uniforme de soldado ruso, de los que debes colocarle la nuez entre los dientes para poder partirla, cosa que dicho sea de paso dudo que mi madre permita que se haga alguna vez.
Sí. Como si hiciera falta un perolito más, mi madre encargó un nuevo artilugio inútil en esencia, pues no permitirá que se le dé el uso para el que fue diseñado. Una vez más tomó las salas de baño por asalto, al igual que la cocina, la sala y la puerta de entrada, una vez más inundó de verde y rojo, con el firme propósito de hacer presente la festividad a pesar del cáncer que aqueja a una buena amiga, de la muerte -
hace pocas semanas- de una vecina desde hace 40 años , del disparo que casi le cuesta la vida a otro vecino de nuestra calle y a que le propinaron delante de su nieto para robarle el auto.
Mi madre sigue creyendo en la Navidad, sigue creyendo que, a pesar de todo, es un tiempo para ser felices, para seguir creyendo que las cosas mejorarán, tiempo para tener cerca a quienes queremos, manteniendo la certeza de que todo mejorará, que todo pasará.
"Siempre quise uno, pero nunca soñé con que iba a tener un cascanueces tan bonito. Mañana vamos a limpiar para buscarle lugar" me dijo la tarde cuando me mostró lo que había encargado, sonriendo como sólo pueden sonreir los inocentes. Mi madre es es una mujer de alma sencilla y no imagino mi vida sin ella.

martes, 2 de diciembre de 2008

Me carcome la intriga

Esto a duras penas alcanzará un párrafo, pero es que no me aguanto!! Pocas cosas se me hacen tan cuesta arriba como quedarme con una intriga, no saber el final del brollo*, no enterarme del detalle que me falta, así que si, querido lector lejano, lees esto y te apiadas de mi, dime:
¿Quien eres que desde Noruega has visitado mi blog ya 40 veces?
Atrévete a dejarme un mensaje, muero de la intriga.
Noruega... "Noruega"... Noruega... ¿Existe Noruega? Me suena tan irreal como la posibilidad de que nuestro estúpido presidente renuncie a su ego, tan lejana como la paz mundial, no sé... Sería bueno hacerla real, palpable, así sería más alentador soñar con que se acaben las guerras y a Venezuela vuelva a una verdadera democracia...


*brollo: en mi ciudad, es equivalente a chisme, la comidilla, el cuento malintencionado, el andar contando asuntos que no son de nuestra incumbencia.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Pa'trás ni pa' coger impulso

No pretendo negarle a nadie el derecho de rectificar, mucho menos decir que se tiene que correr indefectiblemente con las consecuencias de las malas decisiones porque no se vale corregir, o peor, impedirle retomar el rumbo dejado atrás. Nada más lejos de mi intención. Cada quién como puede y quiere.
Es sólo que alguien me comentaba su tristeza porque, luego de su ruptura y en medio de un proceso de reconciliación, el que era su pareja decidió que mejor no, e inevitablemente se me hicieron presentes todas las graves rupturas que tuve con quien fue mi última pareja y las rogatinas que le monté al último chico con quien salí hace unos meses para que no se largara cuando semanalmente decidía que tenía que dejarme atrás por la razón que fuera. Crasos errores de los que nunca me arrepentiré lo suficiente.
No sé ustedes, pero soy de la creencia que cuando se decide o se es el objetivo de una ruptura algo esencial se acaba, se fractura, muta, y nunca para bien. No sé si es algo inherente a mi, adjudicable a mi necesidad de sobrevivir y contener la tristeza, o es una norma para todos, pero inmediatamente después que se pone el punto final mi corazón pasa la página y trata instantáneamente de olvidar y reconstituirse para llenar el vacío que queda.
Pero mucho más allá de lo que se pueda sentir, habría que tomar en cuenta lo que sostiene desde hace décadas el filósofo méxicano (nunca lo suficientemente bien ponderado) Juan Gabriel, cuando dice que "es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor". Me explico.
Las rupturas ocurren siempre por una buena razón así nos parezcan una malcriadez por parte de quien la propone (porque probablemente lo sea), lo que nos debería llevar a pensar qué tan sano puede ser seguir ligado a un malcriado que tiende a solucionar las diferencias con quien dice amar -o al menos querer- mandándolo al carajo.
En otros casos se esgrime la espada de la confianza para cortar ¿por lo sano? la relación. Mucho más allá de las razones que podamos proveer para la existencia o falta de confiaza, pesa más que decidan no confiar en uno -una vez más, por la razón que sea- que todo lo que se haga y se esté dispuesto a hacer para que la relación funcione.
Sea la razón que sea que se utilize para terminar creo es mayor el temor a recomponer la vida que el que se le tiene a la soledad misma. ¿Qué hacer cuando llega la fecha en la que se acostumbraba celebrar el aniversario? ¿Qué hacer con las costumbres instauradas para celebrar su cumpleaños? ¿Cómo rompo el hábito de ver televisión los domingos acostado, con mi mano derecha metida en sus calzones? ¿Cómo me desacostumbro a pasar la Nochebuena con él?
Una ruptura, según yo entiendo el mundo, es una declaración -aunque suene contradictorio- de principios: "No quiero, no puedo y no voy a seguir viviendo contigo en mi vida porque no me haces feliz", entonces, ¿por qué empeñarse en seguir arrastrando esa tristeza? Por qué someterse al veredicto que dicte la lástima que nos pueda tener alguien que pueda querernos mucho o poco, pero definitivamente ya no amarnos como el corazón pide ser amado. ¿No es mejor, acaso, terminar?
Yo digo que sí, así que toma nota: si decides terminar conmigo por favor no vuelvas a atenderme el teléfono, pero mucho menos pretendas que yo te lo atienda. Se acabó.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Manual del sin sentimientos

Hace unas semanas, un buen y viejo amigo me contaba sus cuitas afectivas escondidas detrás de supuestas aventuras sexuales, cosa bastante interesante para mi pues él se pasó casi que los primeros 30 años de su vida negando y negándose cualquier necesidad o satisfacción que incluyera el uso de sus genitales.
Él, que me conoce mucho mejor que la mayoría con todo y que con respecto a mi vida soy un libro abierto, me preguntaba cómo lograr dedicarse al sexo sin inmiscuir el corazón, pues sabe que a lo largo de mis años he puesto en práctica dicha forma de vida, buscando siempre una aventura sexual sin consecuencias afectivas y él, con su escasa experiencia sexual -toda ligada a los afectos- ha terminado dos o tres veces con el corazón roto, cosa que se ha propuesto evitar a toda costa a partir de ahora.
¿Cómo se deja el corazón afuera al momento tirar*? Cambiando el cerebro a modalidad "PUTA", no hay otra manera.
Una vez más me disculpo con el gremio, nada más lejos de mi intención que desdecir de las trabajadoras sexuales que han logrado desarrollar la habilidad de dar placer sin que eso signifique ni siquiera placer para si mismas, aunque suponga mostrar cara de satisfacción para obtener el efecto esperado y conseguir lo que buscaba, sea lo que fuere, que no siempre es dinero, o al menos no sólo eso.

No conozco otra manera: sólo se puede dejar el corazón fuera de la cama si deja de verse al hombre de turno como a una persona, si se lo instrumentaliza y se le convierte en un objeto, si se le permite que haga lo mismo con uno mismo sin que importe, a sabiendas desde el principio que muy probablemente sea la única vez que lo lleve ahí y sin perder de vista que al tercer encuentro ya esa vaina es un romance y se trata de no llegar a eso.
Para dejar afuera el corazón hay que ocuparse de averiguar como llegará el susodicho al lugar de encuentro pero sin que importe como saldrá de ahí; saber de antemano que no se le enviará un sms ni se le llamará para preguntarle si llegó bien a su casa o a donde iba. De hecho, no debe importar si iba a algún parte o se iba a quedar parado en una esquina.
Si no quiere que le importe, hay que prepararse para ducharse solo, antes y después del sexo y no olvidar que es sólo sexo, nunca amor. Nada de conversar en la cama, nada de alargar la cita, si vas a por el segundo round, que sea rápido, sin conversación de por medio, aunque lo ideal es alargar el primero lo suficiente para que sea el único necesario y poder salir de allí lo antes posible. Antes, inclusive, de descubrir que el sujeto en cuestión puede agradarle como persona.
Así, querido amigo de larga data y estimado lector, aprendí que se logra dejar el corazón fuera de la cama y fuera del sexo. El asunto es que ya hoy no me pregunto más, hoy sé que no vale la pena, ningún polvo es tan bueno como para obligarse a dejar de sentir y ser persona, el sexo no es tan bueno como para obligarse a vivir en soledad.

*Tirar: Disculpen el coloquialismo, pero decirlo de otra manera no me deja sentirlo igual. "Tirar" en Venezuela, equivale a "hacerlo", "follar", "fornicar", "coger" o como sea que lo llame por sus predios cuando habla con amigos cercanos y de confianza, querido lector.

sábado, 30 de agosto de 2008

Construído con palabras

Desde pequeño he escuchado decir que los libros son puertas a otros mundos, ventanas al saber y otra sarta de metáforas arquitectónicas que al final me traían sin cuidado porque yo leí y leo por el simple placer de adentrame en las historias y de conocer nuevas maneras de contarlas.
Algunos libros lograron llevarme más allá, me impulsaron a soñar con otras realidades, con aventuras, con una vida más sencilla en la que las reglas eran claras y el bien tenía las de ganar. De niño "El libro de las selvas vírgenes" -de Rudyard Kipling- ocupó largas horas de mi vida en las que me veía jugando con lobos, corriendo con una pantera al lado, matando a mis enemigos con un cuchillo o conversando con monos o elefantes.
Era un ejercicio íntimo en el que nada más intervenía y en el que no había nadie para recriminarme, señalarme o rechazarme por mi evidente falta de destrezas, mi aparente debilidad o por mi "sospechosa" sexualidad.
Leer fue el escape y la excusa. "¿Por qué Carlos no juega con los demás muchachitos?" preguntaba la tía insdiscreta o la vecina entrometida, ocasión en la que mi madre decía orgullosamente: "Es que el prefiere leer, déjenlo tranquilo que así no le pasará nada", mientras yo me escondía detrás de las páginas evitando el ridículo de lanzar la pelota "como una niña", de aburrirme hasta el hastío cuando tenía que correr detrás de un balón e incapaz de inscribirme en cosas horrorosas como clases de kárate.
Pero leer siempre fue más que eso, fue la ocasión de conocer, crecer, alimentar mi alma y cultivarla, comenzar a acumular los conceptos y definiciones que me permitieron, con el paso de los años, construirme una identidad propia bien fundamentada sin renunciar a la aventura de soñar mientras leía.
Me he empeñado en decir que mi vida sexual me ha convertido en gran medida en lo que hoy soy, en pensar que las decisiones que tomé sobre ese respecto me definen, pero en un sorpresivo ataque reflexivo descubro que más que mis amantes, mis libros leídos han hecho más por fundamentar al que soy ahora. Las historias, los personajes, los autores, los momentos y las ideas que generaron son lo que en verdad me ha traído hasta aquí, hasta este blog, hasta esta pasión por contar, por decir, por narrar.
No estoy hecho de aventuras sexuales, estoy construído con ideas y palabras.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Dicen que parezco obrero

Yo no es que sea un tratado viviente sobre masculinidad, no señor; tampoco es que me tongonee al caminar, hable con voz aflautada y me refiera a mi constantemente con adjetivos femeninos -de eso se encargan mis hermanos de cofradía, gracias-, pero definitivamente siempre he pensado que tan loca no me veo. Creo que ajusto como "varón estándar", si es que tal cosa existe.
Por eso siempre he dicho que podrán confundirme con casi cualquier persona, pero nunca con un obrero de la construcción ni con un camionero, pues dichos oficios ameritan condiciones básicas que, decididamente, no cumplo. Ser marico -mil disculpas, lectores de pieles sensibles- es un estilo que va más allá de la actividad meramente sexual.
Yo, definitivamente, nunca cargaré sobre mis hombros un saco de cemento, no porque me desmerezca la actividad, sino que simplemente no puedo. No puedo con el peso del saco, no podría levantarlo hasta mi hombro, y de lograrlo yo o que alguien me hiciera la caridad de levantarlo por mi, lo más probable es que terminara dejándolo caer antes que mi columna terminara de ceder, la alergia al polvillo me hiciera estornudar y gotear mis ojos, o tropezara con alguno de mis dos pies izquierdos que sólo se llevan como corresponde cuando decido salir a bailar. Un obrero de la construcción, creo, jamás bailaría como yo bailo, definitivamente no. O eso quiero creer.
Tampoco podré ser confundido con un camionero por simple sentido común: cualquiera que me vea sabría de inmediato que no hay forma que yo, sentado correctamente al volante de un camión, alcance los pedales. Medir 1,60 tiene su precio. Por otro lado, manejar no está entre mis principales virtudes y habilidades; es cierto, tengo licencia y carta médica, pero en este país eso no es garantía de nada.
A eso sumémosle que de chamo aprendí a cuidar mi piel, a exfoliarla, hidratarla, tonificarla y el resto de las "arlas" que correspondan. Me preocupé por cuidar mi cabello, por llevar el corte indicado según el momento histórico -eso que los simples llaman "peinarse a la moda"-, aprendí a combinar no sólo los colores de la ropa sino también sus texturas y tejidos, y estuve atento a todos y cada uno de los cambios y tendencias, a todo, hasta que me aburrí.
Me aburrí de ser evaluado, de ser medido por el precio de mis pantalones o por la exactitud del tono entre los zapatos y el cinturón que llevaba puestos; me aburrí de dedicarle mucho de mi presupuesto a la ropa que me pondría durante el fin de semana, me harté del calor generado en mi cabeza por el secador cada mañana antes de salir a trajinar.
Me cansé de conseguir más sexo por mis atributos físicos que por mis habilidades o por mi cerebro. En fin, me cansé de seguir el Esquema del Perfecto Gay Superficial y me dediqué a repensarme.
Pero en el ínterin de plantearme un nuevo yo aumenté 30 kilos de peso, lo cual no habría sido problema si antes pesara 30 o 40 kilos y midiera 1,80 metros, pero desafortunadamente -en vistas del resultado final, claro, está- mido 1,60 y pesaba en ese entonces 60 kilos (saca tus cuentas y déjame en paz).
También perdí el hábito de peinarme todos los días y nunca forjé el de afeitarme cada mañana, mis oscuras y profundas ojeras dejaron de preocuparme y el dinero de las limpiantes, exfoliantes, hidratantes y tonificantes se convirtió por arte de las relaciones sociales en idas al cine, cerveza, cenas tardías y muy pesadas, cigarrillos e internet, entre otros asuntos realmente importantes.
Me dediqué a teorizar, a formular mis muy personales reglas de vida, a desarrollar un Manual Interno e Individual de Saberes y Conductas para un Homosexual Venezolano Convencido de su Derecho a ser Feliz.
Me dediqué a aprender, mucho o poco, pero a aprender; mi esfuerzo se volcó en entenderme para entender al otro, a aprender a quererme para poder querer al que apostara por el que soy detrás de ésta mi descuidada apariencia.
Más de la mitad de mi vida dedicada a este objetivo para que hoy, uno que ha vivido menos de la mitad que yo, venga y me diga: "De pana, te voy a dar un consejo: cuida mejor tu apariencia, pareces un obrero y no un periodista...".
Tanto esfuerzo en convertirme en el marico que siempre he soñado ser y resulta que parece que vengo de cargar sacos de cemento. Que vainas, ¿No?

martes, 15 de julio de 2008

Volví al ruedo!!!

Estoy de vuelta. Por fin tengo algo que agradecerle a este gobierno y es el plan ABA equipado que me ha permitido tener compu otra vez. Ya estoy aquí, cargado de ideas, letras, palabras y un carajito que me gusta que jode y me para bolas.
Volví al ruedo, y no hablo sólo de internet, el blog o el resto de estos artilugios tecnológicos. Estoy de vuelta, esperen mis palabras que ya vienen en camino.

martes, 17 de junio de 2008

Notificación

Como muchos podrán haber imaginado, entre las muchas cosas que me robaron ya hace casi dos semanas se encontraba mi computador personal, razón por la cual alimentar este blog se me hará bastante cuesta arriba en las próximas semanas, mucho más visitar los blogs que consuetudinaria y gustosamente visito.
Espero que sepan entender esto, que no se aburran de la falta de novedades y que crucen los dedos para que pronto pueda reponer mi compu a los fines de seguir rindiéndole culto a mi ego en este blog y poder seguir alimentando mi adicción al facebook.

miércoles, 11 de junio de 2008

Esta casa se jodió…

A modo de introducción para quienes me leen de lejos.
Hace unos dos años, aproximadamente, circuló por el ciberespacio venezolano –si es que tal cosa existe- un archivo de audio que se conoció como el de “La vieja de los mangos” o de “Los mangos y la cerca”. El archivo en cuestión no es más que una larga lista de improperios y maldiciones en un tono soez, vulgar y cargado de rabia, en boca de una pobre mujer hastiada de los excesos de los muchachos de su barriada que siempre invadían su patio para robar los mangos de un árbol que tenía en su propiedad.
Esta mujer era habitante de Los Jobitos, pueblo del municipio Miranda del estado Zulia, en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, ubicado del otro lado del estuario que bordea mi ciudad, Maracaibo, y localidad reconocida por la creatividad y chispa de sus habitantes a la hora de hacer comentarios y comparaciones.
La vieja en cuestión fue grabada por sus nietos, quienes simularon la incursión en el jardín de la abuela para tener oportunidad de grabarla, y muchos años después de haber hecho el registro de la molestia de la matrona este saltó a la red para convertirse en un MEME, y parte de la cultura popular maracaibera y zuliana.
Entre las muchas cosas que suelta por su rabia, la mujer, asombrada ante el descaro y el exceso que suponía que le tumbaran la cerca de palos y alambres que marcaba su territorio para llegar hasta, los que supongo muy sabrosos, mangos, sostuvo convencida “Esta casa se jodió”, pues lo que le resultaba impensable ocurrió: su privacidad fue violentada, sus bienes maltratados, todo para robarla, para obtener de ella, sin su permiso, algo que sin duda le pertenecía.
Hoy, a ocho días de que fui sometido a punta de pistola en el jardín de mi casa, conducido dentro de ella y amarrado para luego ser testigo de cómo me despojaban del fruto de muchos años de trabajo y esfuerzo de mi familia y míos, sostengo yo también que “esta casa se jodió”…
No hablemos del miedo a ser maltratado, ni de la certeza de que esos hechos pudieron ser los últimos que presenciara, no hablemos de las amenazas, del temblor incontrolable, del permanecer por una hora y media, aproximadamente, amarrado en mi propia cama –sin que se tratara de la concreción final de una fantasía sexual-.
Tampoco de la desolación que provoca ver violentado tu espacio más íntimo, a donde vas a refugiarte cuando todo va mal, donde se supone que consigues la paz y el sosiego luego de un arduo día. Tampoco del dolor físico que tan profundo miedo provoca tras permanecer tanto tiempo tenso, contraído, esperando que la fatalidad se instaurara de manera definitiva en tu propia habitación.
Hablemos más bien de cuando el mal alcanza tu intimidad, de cuando es tanta la descomposición de la gente y el mundo que seguir temblando podría causarte la muerte, sólo porque tus agresores son incapaces de entender que tienes derecho a tener miedo, que sopesar la posibilidad de morirte de un momento a otro se supone que no deba causarte ni extrañeza siquiera sólo porque a ellos no les importa y el mundo sólo se rige por sus reglas.
Ya antes fui robado, ya antes pasé sustos de muerte, esta casa, mi país, está tan jodida que lamentablemente no es la primera que soy víctima del hampa, es como que la cuarta vez en dos años, pero siempre en la calle, siempre lejos de la seguridad del hogar, nunca antes el mal había cruzado ese umbral del que hasta la semana pasada fue mi sacrosanto lugar de paz en el que esperaba morirme de viejo y en el que ahora no me atrevo a entrar solo.
Hoy, como Carmen, la vieja de los mangos, hago inventario de lo ocurrido, de lo que me ha quedado, concluyo que el problema “no son los mangos, es la cerca” y como ella, sólo veo: “el hojero… el palero… el piedrero... y la cerca tumbá…”.

viernes, 23 de mayo de 2008

Sobre actos inmorales

Moral: Conjunto de creencias, y normas de una persona
o grupo social determinado que ofician de guía para
el obrar, es decir, que orientan acerca del
bien o del o del mal —o bien, correcto
o incorrecto— de una acción.




Tengo 4 reglas fundamentales de comportamiento en cuanto a relaciones sociales homosexuales. La primera: No se juntan el sexo y el dinero. Por dignidad, amor propio y hasta por un poquito de orgullo personal y autoestima, no se le paga a alguien para que te haga o se deje hacer el favor, no se agradece un buen favor con dinero, y no se enturbia una buena relación pidiendo prestado, y sólo se presta sin esperar que te lo devuelvan, pues un leve retraso en el pago mandará todo al carajo.
La segunda: Ni curas, ni hombres casados. El matrimonio y el presbiterado son dos sacramentos, dos condiciones de las pocas que considero sagradas, intocables. Estoy convencido que si arruino un matrimonio, o al menos le hago daño, eso, indefectiblemente, se volcará en mi contra de maneras que no sabré ni podré manejar, es malo meterse en medio de las cosas que Dios bendice como juntas. Con los curas más o menos lo mismo. Sé que algunos de ellos asumen su ministerio con menos seriedad que yo, pero ese es su peo, no mío, así que de este cuerpo NADA.
La tercera: No se mete el pene en la nómina. El enunciado original no dice "pene", pero en atención a la gente que de otras latitudes me lee y a mis lectores de pieles sensibles -que deben ser muy pocos-, usemos un término que funcione para todos. Nunca, bajo ninguna circunstancia, tengo sexo con subalternos, superiores, ni nadie de mi ambiente laboral. Se arriesgan muchas cosas que no estoy dispuesto a arriesgar, autonomía sobre todo, y la posibilidad de un escándalo, a la que le tengo menos miedo que a un chisme destructor y malintencionado.
La cuarta: Los hombres de mis amigos son mujeres para mi. Y aquí es a donde vengo.

Tengo que reconocer -aunque no me agrade su filón discriminatorio- que las relaciones homosexuales son tomadas menos en serio que las entre heterosexuales. Es cierto que gran parte de esa falta de consideración ha sido generada por el mismo colectivo homosexual que, a grandes rasgos y en gran mayoría -o en minoria muy ruidosa, no lo sé-, se ha dado a la tarea de mostrar nuestro lado más veleidoso: nuestro gusto por el sexo sin implicaciones y sin consecuencias, y nuestra disposición a tirarnos desde al mejor amigo de nuestro hermano o hermana, pasando por el esposo de la prima, al vecino de la otra cuadra o a cualquier carajo que nos guste y esté dispuesto, así sea el novio de nuestro mejor amigo, a ese que llamamos "hermana" en un alarido corta venas.
Por eso, como me conozco, como me sé capaz de cualquier atrocidad, hace algunos años me impuse como norma no mirar la entrepierna de los novios de mis amigos. Pero no siempre me sale. A veces miro, pero no toco, eso sí que no, aunque la verdad nunca me perturbó esta "limitación", pues soy de los que cree que una amistad vale más que un polvo.
Tampoco creo que esperar una ruptura sea el mejor momento para consolar a nadie, sobarle la espalda e intentar llegar a tercera base, porque ruptura entre maricos tarda como un año, y si se te ocurre revolcarte al ex de tu amigo en medio de ese proceso, serás tachado de traidor, porque -por alguna extraña razón- muchos de mis hermanos de cofradía siguen creyendo que el otro les pertenece, así lo hayan mandado al mismísimo carajo ellos mismos.
Y si de traición se trata, pues no me gusta la etiqueta y la evito, no doy razones para que me la encasqueten -merecidamente, además- al meterme en medio de dos, sean cuales sean sus circunstancias. Así que, puestas en orden las ideas, creo que está claro no hay una buena razón para meterse en camisa de once varas, pero a veces me obnubilo.
No recuerdo que sentirme atraído por la pareja de alguien más me pasara antes. Y hablo de atraído en verdad, no de gustarme, no de pensar que está bonito o buenote, no. Hablo de quererlo para mi, y aunque fui un poco lejos en mi acercamiento, nada pasó de lo que tuviera que arrepentirme luego, pero me di cuenta -una vez más- que todo es posible, que todo pasa y que soy capaz de todo-. Todos somos potencialmente traidores, sin quererlo, sin esperarlo, sin necesitarlo, odiando serlo, pero el corazón enceguece, y cuando las necesidades son muchas nos olvidamos del corazón de los otros, por mucho que los queramos.
Los hombres de mis amigos son mujeres para mi. Que no se me olvide.

lunes, 19 de mayo de 2008

Complicaciones leves

Gracias Sandum por hacerme saber
que se extrañan mis palabras

A ver
El último mes ha sido de terror. Mi y que superior inmediato estaba de vacaciones y no pusieron a nadie en su lugar, eso supuso jornadas de trabajo de hasta 14 horas en, al menos, 12 ocasiones entre mediados de abril a mediados de mayo, mucho estrés, poco tiempo para dormir -y mucho menos para reflexionar- me mantuvieron lejos de mi blog desde el 19 de abril.
Fue un mes duro por distintas razones. Gente que no veo nunca, pero que nunca dejaré de querer, decidió mantenerme lejos por razones equivocadas, lo que me hizo sentir muy triste. Una vez más la ilusión tocó a mi puerta y una vez más se desinfló sin llegar a nada. A ratos me sentí agobiado por el día a día de mi trabajo, porque el dinero nunca es suficiente o porque el corazón vive insatisfecho, eso y la falta de tiempo me mantuvieron lejos.
Pero como no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante, llegaron mis vacaciones y con ellas un montón de posibilidades. Estoy de vuelta, y dentro de poco mis ideas volverán a ser un MEME, un rumor que brinca de ip en ip a la velocidad de la luz.
Espérenme por ahí, que no tardo.

sábado, 19 de abril de 2008

¿Todos los años será esto?

Hoy es 19 de abril y tampoco este año el sueño de celebrar nuevamente contigo esta fecha se hizo realidad, hoy menos que nunca porque ya no nos amamos. Bue, al menos yo ya no te amo. La verdad no sé si alguna vez me amaste, y ya ni importa, pero los sueños permanecen, los calendarios joden y el corazón sigue pidiendo.
Hoy se cumplirían siete años. Hoy, si siguiéramos juntos, probablemente seríamos una pareja de verdad, esa que nunca fuimos por tantas razones. Hoy el corazón, con la excusa de la fecha, me pasa factura, me reclama el vacío y me exige volver a sentir cosquillas en el estómago, ansias en la piel y la urgencia de sólo encontrar acomodo dentro de un solo cuerpo.
Hoy no sólo estoy solo, hoy siento la soledad. Y como si el universo confabulara para enseñarme no sé qué lección que no comprendo, nadie atendió el teléfono como era debido, nadie. Ni amigos ni amantes, nadie con quien exorcisar los demonios que me atormentan. Y aquí estoy, frente a esta pantalla que solamente sabe reflejar mis miserias, recordándome cómo fue la mayoría de nuestros años juntos: Yo solo, tú solo, dos cobardes sin la fuerza suficiente para rearmar su vida.
Hoy le pido una vez más a la vida -quizás me atrevería a pedírselo a Dios si al menos sospechara que el tema le interesa- la oportunidad de amar a un hombre que me ame, ansiar un solo cuerpo, morir de amor sin morirme.
Hoy vuelvo como la bíblica viuda impertinente a tocar la puerta a medianoche pidiendo ser atendido, pidiendo una y otra vez la oportunidad de redimir mis pecados, mis fallas, mis ausencias, mi falta de entrega, mi egoismo y todo lo que me ha alejado de todos los hombres que han podido y he querido que sean el hombre de mi vida.
Hay días en la vida de un hombre en que sólo queda sentarse y esperar. Hoy es uno de esos.

domingo, 13 de abril de 2008

¿Un qué? Un MEME ¿Un qué?

Esto de escribir un blog se torna cada día más interesante, me ha costado unas cuantas discusiones, negativas, aprobaciones y otros tantos detalles que ha hecho mi vida más agitada y hasta me ha hecho arrechar de vez en cuando.
Pero las satisfacciones son, con mucho, las más frecuentes, y una de ellas es poder recibir el feedback de gente que hasta ahora me entero que existe y que se toma la molestia de detenerse, leer y hasta escribir un comentario.
De esos un fiel bloguero a quien leo cotidianamente y quien me ha hecho el honor de postularme a un MEME. Y como sé que muchos como yo no saben lo que es les defino el término:
MEME: Término acuñado por Richard Dawkins, por analogía con gene, que define a un módulo de información contagioso que infecta y parasita la mente humana, donde se replica y altera su conducta, provocando su propagación. Los eslóganes, las frases hechas y las melodías son ejemplos de memes.
www.futurovenezuela.org/TH/glosario.htm
Así que aquí va el MEME, que de replicar se trata.
-Decir 8 cosas que quieres hacer antes de morir.
Volverme a enamorar y lograr que alguien se enamore de mí.
Hacer el camino de Compostela.
Recibir un año en la Puerta del Sol.
Encontrar un trabajo de 8:00 a 5:00, de lunes a viernes, con TODOS los fines de semana libres.
Adelgazar.
Volver a ver a Carlos Gordo.
Aprender a administrar mi dinero
Volver a ver, aunque sea una sola vez, a todos los que quiero, quise, me importan o importaron.

-Nominar a 8 personas para que continúen con la cadena

Bue no sé linkear , y no todos mis nominados tienen blog, no sé si sea requisito indispensable, pero ahí va de todos modos.
Manikita, de http://www.gigantesymolinos.blogspot.com/
Juan Luis, de http://charlasdecantina.blogspot.com/
Mariana, de http://www.earwenelore.blogspot.com/
Sandum, de http://sebuscahombregay.blogspot.com/
Moisés, de http://odaalaliteratura.blogspot.com/
Doggie Houser, que ni se llama así ni tiene blog.
Anto, el otro feo, que si pongo su blog aquí me mataría.
Manu, el Topo Dientes de Sable, sin blog aparente.

Tarde, pero cumplida la faena.


viernes, 11 de abril de 2008

Sobre la confianza

Uno que otro cometario directo, y uno dejado en en mi blog me llevan a dar esta explicación. Siéntase afortunados: nunca doy razones de lo que digo y hago, sólo reacciono y ya.
Nunca he creído, y sostengo como verdad casi absoluta hasta este momento que no hay reglas prestablecidas para las relaciones. No hay una fórmula para ser amigo, no hay una fórmula para ser hijo y tampoco la hay para ser pareja.
Sostengo de manera irrenunciable que sólo alcanzando acuerdos conscientes y dialogados se puede establecer una buena relación, considero un grave error "esperar" y "suponer" algo de cualquier situación o de cualquiera persona.
No creo que la fidelidad sea condición
sine qua non para comenzar una relación afectiva de pareja, por el contrario, estoy convencido que lo verdaderamente exigible es el diálogo, la exposición de motivos y necesidades, el establecimiento de acuerdos sobre qué es válido a la hora del sexo y qué no lo es. Y esto funciona, según entiendo el mundo, para cualquier aspecto.
Taima. No estoy diciendo que no sea posible la fidelidad, sólo sostengo que si es lo que esperas debe decirse, discutirse y acordarse, y una vez acordada, y nunca antes, puede ser exigible. Yo cumplo acuerdos y manifiesto necesidades, si me quieres de forma exclusiva necesito que me des todo lo que necesito, incluída frecuencia y calidad. Puedo ser todo tuyo, pero necesito que esta totalidad sea atendida según todas las necesidades que yo, puedes jurarlo, expresaré.
No miento, no engaño, si quieres escuchar la verdad te la diré, sin importar lo dura que sea. Las respuestas son como las cartas, les pertenecen a sus destinatarios, por lo que siempre contestaré la pregunta hecha y advertiré sobre los vacíos que la desatención provoquen y las necesidades que la misma genere, decide tú si el acuerdo todavía te funciona o quieres cambiarlo.

miércoles, 9 de abril de 2008

Tengo la mala costumbre de creerle a la gente

Hey, Betún, sé que no me creerás,
pero esto no es un intento de convencerte de nada,
es sólo que me agarraste queriendo escribir y me diste tema.


Todos hacemos elecciones fundamentales, al menos eso me gusta creer. Pienso que, habiendo necesitado decidir tantas cosas para poder seguir adelante, el común de la gente se somete a los mismos procesos que yo viví para estar plenamente conscientes de la persona que se es, como yo lo soy de mi mismo.
Entre esas decisiones tomadas estuvo el confiar. Yo, por regla, confío, y estoy convencido que quien me traiciona es quien falla y no yo por haber creído. Lo dicho, no soy un santo, y no lo soy por haber aprendido una lección distinta sobre el amor y el sexo, sobre las relaciones y las cosas que la mayoría supone son regla de oro en un romance. Y yo, queridos míos, no sé nada de cortejos tradicionales, no sé ser inocente y, salvo una vez hace algunas semanas atrás, nunca tuve arrepentimientos al respecto.
Quizás por eso muchas personas -hombres homosexuales la mayoría- han decidido que no soy una persona confiable. Aparentemente mi agitada, frecuente y nada convencional vida sexual es razón más que suficiente para adjudicarme otra etiqueta y decidir que soy "malo".
Pero la verdad es que soy tan confiable que siempre podras contar con que diga todas las verdades sobre mi. No se me ocurre una mayor garantía para nadie que alguien que no se mienta a si mismo, que no se engañe ni engañe a otros mostrando una pose, esperando deslumbrar.
Para mi sostener una tramoya no merece el esfuerzo -ni que me llamara Lilly y me gustaran las acrobacias...-. Sé mentir, me sale con naturalidad, sin esfuerzo, pero no lo hago porque decidí no hacerlo, porque no me proporciona felicidad, me roba la paz y me aleja de quien un día decidí ser. Prefiero pasar por "puta" (que me perdone el gremio), antes que me agarren con una mentira prensada con los dientes. ¿De qué sirve vocear a los cuatro vientos el orgullo que se siente de ser quien se es si se tiene que mentir al respecto? Y yo, lo sostengo, me gusto mucho.
No me definen los hombres con quienes he compartido cama, alguna mesa, mucho piso o callejones oscuros, me definen las decisiones que me llevaron a eso, las que tomé después y las que me traen a escribir esta noche.
Soy un hombre confiable, decidí confiar esperando que confíen en mi y creo no equivocarme al hacerlo.

sábado, 29 de marzo de 2008

De los cyberamigos a los superamigos

Sé que cuando lo diga parecerá que estoy descubriendo el agua tibia, pero tengo derecho a opinar al respecto. Tiempo y tecnología van de la mano, con ellos los modos y maneras han cambiado, no digamos en lo que se refiere a calidad de vida, comfort y todo eso, vayamos más bien a cosas más simples.


Cuando yo era chamo, para conocer gente y hacer amigos había que salir a la calle, tenías que jugar pelota -cosa a la que siempre me negué, loca al fin y al cabo- o al menos al escondido, para poder socializar, conocer y divertirte. Los juegos te permitían conocer a los otros y decidir quienes eran amigos y quienes no.
La simple razón "ese carajo es un tramposo" era más que suficiente para desconfiar de alguien y mantenerlo a raya o mantenerse uno lejos de él. Si no había confianza no había amistad.
En quienes confiamos se convirtieron en grandes amigos y los grandes amigos de la infancia, posterior adolescencia y los del tiempo de comenzar la universidad, son los que ya de adulto permanecen (al menos en mi caso) en derrededor, fieles, constantes y con las capacidades necesarias para superar los escollos propios de las diferencias que llegan con la adultez.
Pero la vida me llevó lejos de esos amigos, y luego de los amigos que hice lejos, y de los que hice más allá. Los doce años de nómada me dieron amigos en muchas ciudades, pero también separaciones dolorosas y constantes nostalgias por gente que quise y quiero y no tengo conmigo ahora, y aunque los amigos siempre siguieron llegando, cada vez son menos, y cada vez más difícil es llamarlos amigos.
Con los años nos volvemos cautelosos, ya no nos mostramos con todas nuestras virtudes y miserias, el recelo generado por el temor a sufrir, ser traicionados, o peor, que se aprovechen de nosotros, no nos deja vivir la libertad que de niños teníamos para decidir confiar, bastando las actitudes que se asumían en los juegos como única referencia. La mentira se viste de lealtad y hasta de código moral, bien lo sabemos.
Así, temeroso, desconfiado y demasiado adulto para resultar muy amigable, pasé un buen rato de los últimos años metido en las salas de chat, una en especial cuyo nombre me reservo para no hacerle propaganda a de quien no recibo ni medio. Allí, junto con otros hermanos de cofradía, armamos un grupete con el que ocultábamos nuestra mísera soledad en el anonimato de las conversaciones en línea, "conociéndonos" y "compartiendo".
Con el tiempo intercambiamos messenger, hablamos más en privado de las cosas que ni siquiera en el anonimato nos atrevíamos a decir públicamente y comenzamos un sucedáneo de la amistad bastante agradable. Con alguno hasta SMS de "buenos días", "hoy no me conectaré" o "te esperamos en el chat, dónde estás?". A falta de amigos reales, los virtuales -entendidos como que tenían las virtudes de parecerlo-, hacían las veces, "mostraban interés" y hacían la vida más llevadera.
De esos que ocuparon muchas de mis horas nocturnas por mucho tiempo, casi ninguno queda en mi vida ahora, tal y como suele ocurrir con la mentira, nada queda. O casi nada.
De una gran mentira, o mejor, de un gran mentiroso, recibí dos contactos, dos e-mails, dos nuevas ventanas en mi messenger para hablar cuando el aburrimiento agobiara.
De eso hacen ya dos años -¿o tres?- y de la nada, del simple impulso eléctrico, de los emoticones, de la compañía mientras yo preparaba clases, de la compañía que hice mientras uno de ellos hacía su tesis, de la necesidad de entender por qué alguien miente sin necesidad, de las ganas de no estar solo, de no tener a nadie cerca a quien contarle cómo estuvo el día, del carajo que me gusta, de los rollos con la gente real, de los cachos que me pegó mi ex, del abandono sin venir a cuento de su ex, de mi sueño de irme a vivir en Margarita y de la necesidad de él de salir de allá, empezamos a llamarnos amigos.
Hace dos semanas hizo el viaje, vino a casa trayendo el trofeo obtenido por su valentía al lanzarse a la aventura de creer que no todo lo que se dice por messenger es mentira. Hoy sé que si existen nuevas formas de hacer amigos, hoy sé que tengo dos buenos amigos ya no tan nuevos, a pesar que sólo hace dos semanas pude estrechar sus manos. Hoy, cuando ya no les tengo cerca los extraño, sé que los quiero, y los extraño.

domingo, 16 de marzo de 2008

Ordenando ideas

A todos nos ha pasado, al menos alguna vez, que nos hemos encontrado en medio de una tramoya montada por los artilugios de un ilusionista que entendió primero que el resto que la mano es más rápida que la vista, que una mentira dicha mil veces se convierte en verdad y que el que da la primera versión será el último en ser desmentido.
No dejan de asombrarme esas habilidades -yo nunca tendría la memoria ni el caradurismo para intentarlo-, pero más me admira la necesidad de mentir. Lo digo por mi, por lo que fui incapaz de hacer ante el riesgo y el temor de enfrentar las consecuencias de ser quien soy sin elección posible, pues aunque cuando me tocó el turno de aclarar de qué se trataba mi vida y le dí a mi madre la oportunidad de recular diciéndole: "No preguntes lo que no quieres saber", ni siquiera me pasó un instante por la cabeza negarme ni negar lo que esencialmente soy abdicando a mi inalienable derecho a vivir, convivir y amar a otro varón.
Por eso los días recientes fueron agitados emocionalmente. He sido testigo de rupturas, traiciones, engaños, encerronas, huidas, abandonos, celebraciones y acercamientos, entre otras experiencias, que me han acercado y enfrentado de manera directa a la humanidad más real y concreta, entendida ésta como fragilidad; recordándome todo lo que soy capaz de hacer si me diera el permiso y agradeciendo a la vida contar con los muros de contención necesarios para ser el que soy y no el que detestaría ser.
Aclaro: no emito ningún juicio, no me la doy de santo, que no es el lugar para hacerlo después de todas las barbaridades que he contado aquí, sólo me detengo a pensar en voz alta en la de cosas que se pueden hacer cuando nuestras prioridades están conectadas con no sé qué carajos.
Yo soy capaz de cosas como esa, lo sé, las he hecho, no sé si tan malas, a lo mejor peores, es sólo que nunca tuve la intención de hacerlas, me desboqué y transgredí, dañé, traicioné y rompí, pero juro que siempre fueron consecuencia de la falta de reflexión, y es por eso que hoy me detengo a intentar justificar, a intentar entender, aunque todavía no lo logro pues me falta la experiencia necesaria.
No sé engañar queriendo dañar, no creo en el ganar a costa de división, no creo que obtener mejor calidad de vida deba pasar por arruinar una relación, sea la propia o la de terceros, no creo que mi falta de valentía deba costarme el amor de toda la gente que me rodea y mucho menos pretender que nada pasa.
Hoy tengo un nuevo reclamo: los amigos no se traicionan ni se abandonan, no hay una buena razón para ello, por lo que hoy te exijo recobrar la cordura, te exijo asumirte como hombre, reconocer que te equivocaste y volver a empezar. Exijo escuchar tu carcajada, convencerme de que tienes la razón, que me hagas creer que tienes ética y moral, pero que esta vez sea verdad.

lunes, 3 de marzo de 2008

Sí, estoy pesimista, ¿Y qué?

No sé ustedes, pero yo combato el desamor y la tristeza con sexo. No digo que sea el recurso ideal, ni ando en campaña de recomendación, sólo lo comento, y lo hago porque mi vida reciente ha estado plagada de sexo incoloro, inodoro, insaboro y sin consecuencias, salvo una sola y muy reciente ocasión digna de guardar en el baúl de los buenos recuerdos.
De resto, pues -da vergüenza admitirlo- no me ha servido más que para simple divertimento. Lo malo es que hoy me pasan factura, pocas veces pasa, pero hoy ha sido.
Un buen rato de este domingo lo he dedicado a las caricias, al lúdico placer de tocar -que no manosear- un cuerpo que guarda una sonrisa que me llegó hondo, que me hizo recordar viejos placeres simples y a ansiar estar enamorado nuevamente y que provocó que pasara este lunes de mierda soñando despierto, ansiando un cuerpo que aún no conozco y esperando -inutilmente- despertar las mismas ansias en otro corazón. Vanas ilusiones.
¿Cómo se logra convencer a alguien de que se es una buena apuesta? ¿Cómo se muestra a alguien, que prácticamente no te conoce, que se está dispuesto a hacer lo correcto? ¿Cómo se le explica que no se tiene la culpa de los que, antes que yo, fracasaron en el intento de hacerlo feliz?
Hoy reclamo nuevamente mi oportunidad de invertir mi tiempo en otra vida, que esa vida me sea tan cercana como la mía propia, reclamo mi oportunidad de conocer y esperar antes del sexo, de comportarme ingenuamente y esperar que este sea el perfecto y definitivo amor, de tener el tiempo y la oportunidad de enamorarme y enamorarlo. Quiero que pase, que duré una semana, cuatro meses, toda la vida o lo que sea, ¡¡¡pero que pase!!!!
En días como hoy quisiera haber llegado virgen a los 20. Al menos quisiera no saber tantas pendejadas acerca de la traición, el engaño, la manipulación y de técnicas para dar placer sexual, quisiera ser medio tonto y creer que el sexo es bueno sólo cuando hay amor.
Quisiera creer en príncipes azules, en relaciones para toda la vida, quisiera que a los 15 mi cuarto hubiese estado pintado de celeste y amarillo pollito, haber tenido "mejor amigo" y "mejor amiga" y creer que los amigos serían para toda la vida y que nunca nos íbamos a separar.
Pero la triste verdad es que tuve buenos amigos, muy buenos, pero siempre supe que se irían y los dejé ir, en franca rebeldía, pero los dejé ir; que mi mayor preocupación por mi cuarto era que la cerradura cerrara bien y que nadie tuviera llave para que no me encontraran tirando, que nunca me faltó el sexo, que a los 13 seduje a a un hombre de 33, y que soy muy bueno en la cama debido a la práctica y a la falta de escrúpulos.
Que sé de muy buena fuente que ningún amor es para siempre, que mejor tirar ahora que nunca, que muy probablemente nadie que crea en esa fantasía renuncie al sueño del príncipe azul, decidiendo permanecer en ella para siempre sin darse cuenta que está abandonando maravillosas oportunidades, yo entre ellas.
La vida, según creo, no es mala ni buena, sólo es la vida, cada quien hace con ella lo que puede. Lo malo es que la mayor parte de las veces no sabemos lo que hacemos hasta que es muy tarde, y lamento lo que muchos -cada uno en un momento particular y distinto- se han perdido. Lo lamento por ellos y lo lamento por mi.

martes, 19 de febrero de 2008

Nueve ciudades en 12 años

Para aquellos que no entienden lo de "Nómada"...

Durante los muchos años que duró el estudio, bueno, no el estudio, más bien la permanencia en la universidad, me dediqué a pensarme, a proyectarme, a construirme según el esquema de "persona" que fui aprendiendo y por el cual opté.
Entre las muchas condiciones que me impuse, una de las primeras fue salir de casa, irme lejos, a donde a nadie le estorbaran los hombres que llevaba a mi cama, a un lugar donde aprendiera a pagar la electricidad, hacer mercado, lavar la ropa y todo aquello que me permitiera aprender a ser "maduro" e "independiente".
Por eso, apenas obtuve el título (el universitario, la etiqueta la obtuve mucho tiempo antes), me largué a otra ciudad, no muy lejana pero lo suficiente, donde tenia muchos amigos y ninguna familia, cosa que la hacía más atrayente. Nueve meses de 1995 fue el inicio de un trastear por todo el país, hasta que en 2006, 12 años y nueve ciudades después, decidí radicarme nuevamente en la ciudad por el sol amada.
Malos trabajos, inmadurez, aburrimiento, nuevas expectativas, necesidad de crecimiento personal y profesional, despechos, nuevos horizontes y el ansia de una vida más "interesante" provocaron, cada una en su momento, mis mudanzas.
Abrí casas, en algunos casos cerré hogares, en otros, sólo saqué mis cosas y me fui lo más rápido que pude y sin mirar atrás. No me quejo, no me lamento ni ansío nada de lo que dejé atrás; hoy por hoy me gusto y me respeto, y sé que la persona en la que me he convertido no sería posible si no hubiese vivido en cada uno de esos lugares con todas sus circunstancias.
Así, sin hogar permanente, necesitado de un adjetivo que me identificara en el oscuro mundo de las salas de chat decidí presentarme como "CarlitosNómada", por aquello de los tuareg (pueblo nómada bereber que habita en el desierto del Sáhara, según Mr. Google).
La palabra clave era "nómada", que -también según mi sabio amigo Mr. Google- es aquel que "no tiene un territorio fijo como residencia permanente". Lo que nadie explica por ninguna parte es cómo es que yo me siento de "corazón nómada" -que no "nómada de corazón", no sé si me explico-.
Mi corazón busca y no se asienta, una noche duerme en un lugar, acompañado, la siguiente solo, la siguiente quién sabe, y los posteriores según resulte, siempre levantando la tienda cada mañana, largándome a buscar nuevas condiciones, sea como sea que haya resultado la noche anterior.
Soy nómada, no sé por cuánto tiempo, sólo espero que aparezca una buena razón para cambiar la tienda por una casa bien fundada, con árboles de raíces profundas en el patio, y una fuente por la que corra el agua para saciar la sed que me atosiga en este desierto.

domingo, 17 de febrero de 2008

¿Valiente o insensato?

Todo en esta vida tiene límites. Hay momentos en el que dejas de ser gracioso para resultar antipático, o dejas de ser valiente para convertirte en insensato. Sólo haría falta tener claro cuál es el límite para saber de qué lado quedarte y no transgredir la frontera que bien podría llevarte al terreno del infortunio.
Pero mejor explico a qué viene todo esto. Salvador Castillo, jefe de Redacción de El Carabobeño por más de 30 años, me dijo en una oportunidad que "un periodista sólo tiene su buen nombre profesional", y esa frase me ha servido de excusa para, en muchas oportunidades, justificar mis arrebatos.
He tildado de "insostenibles" situaciones no tan terribles y mucho menos insoportables, simplemente porque ya no quería seguir en lo que anduviese y así poder otorgarme el permiso moral de largarme de una buena vez por todas y para siempre a otro rincón de este país donde pudiera seguir haciendo lo que bien me viniera en gana.
He ido y venido de ciudad en ciudad, he cambiado de trabajos, me he quedado sin ellos, he dejado afectos, casas, vidas completas, sustentado solamente en que "mi orgullo profesional" no soporta a una loca tirana, o a un estúpido débil de caracter con aspiraciones de ogro.

Eso podría tildarse de "valentía", por aquello de no dejarme imponer el "bozal de arepa", hacer valer mis convicciones y arriesgarme confiando en que mis habilidades y experiencia me abrirían nuevas sendas. En la mayoría de los casos tuve razón.
No he pensado en el futuro, siempre fui demasiado joven como para que eso fuera una razón para detenerme. Además, mi condición de gay me ha permitido no tener ataduras de ningún tipo, sin mujer, hijos o pareja estable, pues he podido largarme a la gran aventura de la nada sin arrastrar a nadie a la inseguridad de no tener trabajo.
Pero los últimos 6 o 7 años el trabajo ha sido constante, he salido de un empleo para otro seguro y mejor, no he tenido la angustia de no saber qué será de mi, pues 15 y último el pago siempre está ahí, a pesar de lo cuál la perspectiva de renunciar y lanzarme a la nada no me resulta tan aterradora, razón por la cual renunciar a mi trabajo hace dos días no me costó mucho que digamos.
El asunto es este: el jefe me pide reflexione y me quede, eso es halagador, pero enfrentarme a mi jefa inmediata todos los días con su maldita habilidad de estresarme instantáneamente no es nada alentador.
Si mi madre supiera algo me haría sentir culpable porque no estoy pensando en mis casi 40 años, el futuro, la familia y las buenas costumbres y la aparente estabilidad. Según ella mi curriculo habla muy mal de mi a pesar de los cargos que he ocupado y las mejoras evidentes que evidencia de un cargo a otro.
El dinero me importa, mis planes también, pero ¿Y mi felicidad? ¿Qué hago con la insatisfacción cotidiana? ¿Cómo se maneja el que una vez llegada la hora de ir a trabajar no se quiera ir? ¿Soy valiente por arriesgarme a ser feliz nuevamente? ¿O sólo soy un insensato que no es capaz de ver que se equivoca al no aguantar más para así obtener mayor "estabilidad"?
Maldita estabilidad, debería calificar como mala palabra...

martes, 12 de febrero de 2008

Bloquedado, no en crisis

Me siento y no siento nada. Pienso y no se me ocurre nada. Quiero seguir contando y pareciera que no tengo nada que decir. Asumo que estoy bloqueado, aunque Juan Luis prefiera decir que estoy en "crisis", pero yo sé lo que es una crisis, o al menos conozco las mías, y cuando ocurren no paro de hablar, pienso, pienso y pienso, hablo, hablo y hablo.
Bue, como sea, sólo quería dejar constancia de vida, sigo por aquí, ténganme paciencia.

lunes, 21 de enero de 2008

¡¡¡Dios, que horror, soy hombre!!!

Menos mal que hace mucho aprendí que nunca debo decir nunca. Menos mal que hace mucho aprendí que soy capaz de las cosas más atroces y que sólo me contiene la conciencia. Gracias a Eru que la tengo y que puedo detenerme luego de dejarme correr sin pensar en las consecuencias por algún tiempo.
Mea culpa. Soy varón, y aunque suene -y lo sea- a excusa barata, quiero achacarle la responsabilidad a las gónadas, al menos en esta oportunidad. Pero mejor comienzo a contar de qué se trata.
Me ha dado por asar dos conejos al mismo tiempo, a veces hasta tres. Es la segunda vez que lo hago en los últimos meses, he conocido chicos -porque no hombres, lamentablemente- que me han interesado o por lindos, o por inteligentes, o porque tienen cara de saberlo hacer; por la razón que sea, que es lo de menos.
El quit del asunto es que el temor a no conquistar a alguno me ha llevado a intentar quedarme con todos. Mi voraz apetito sexual me ha llevado a decir todo aquello que se me ocurre que quieren escuchar con tal de lograr llevarlos a mi cama, y la verdad es que tan mal no me ha ido: la he pasado bien y ellos la han pasado bien, pero todos buscan más que lo que estoy dispuesto a dar y he dicho medias verdades para lograr una noche de buen sexo, a sabiendas que la verdad completa los espantaría.
Lo más triste de todo es que no vine a disculparme por eso, vine a exponer que, después de todo, sigo siendo varón: dominado por el apetito sexual, mentiroso natural, manipulador de mierda, perro con todas las letras, que vivo en gran medida para el sexo y dejo que este item condicione y afecte muchas de mis decisiones. Si me gustaran las mujeres seguro que me odiarían muchas de ellas.
Dios... Soy más varón que lo que muchos de los del otro lado -los heterosexuales, insisto- pudieran creer que un gay pueda serlo. Lo interesante que descubro es que cada vez encuentro menos razones para el rechazo, ¿qué puede criticar un hetero si somos tan parecidos?

martes, 8 de enero de 2008

El hombre que espero

Dicen por ahí, y hasta la Billo's lo cantó, que "Año nuevo, vida nueva", pero la verdad es que yo no termino de entender cómo un cambio de fecha puede modificarle la vida a una persona, a menos que, claro está, sea la fecha de su ejecución, por ejemplo.
Creo que por eso tampoco creo en horóscopos, por muy chinos o mayas que sean, pues la responsabilidad de que la semana siguiente sea mejor o peor que ésta recae en un porcentaje bastante grande sobre mi, sobre mis actos, en menor grado en algo de buena o mala leche; pero nunca en que el plutonio esté reducido o que Marte esté convexo. Me niego a aceptar determinismos.
De todos modos, es innegable que una vez que un ciclo cierra -evento que no necesariamente tiene que ver con el calendario-, es bueno replantearse el siguiente estadio en el que se desea encontrarse. No sé si aquello de la "visualización" funcione, sea cierto, o sólo sea un bonito lavado de cerebro marca Nueva Era, pero sí sé que no se obtiene lo que no se desea. Puede llegar a ti si no lo quieres, pero por no quererle, pues probablemente no le pares.
Así que una vez superado el despecho más largo, intenso y sufrido de la historia de mi humanidad, una vez constatado que no me muero por culpa de esos ojos verdes que alguna vez encontré más que bonitos, declaro estar preparado para recibir al próximo hombre de mi vida.
Y, deseoso de alcanzar la que quiero sea la siguiente fase de mi vida, hago público el "Compendio, Manual o Instructivo para alcanzar a ser el hombre que Carlitos el Nómada anhela". Hoy me permito -como lo hacen cotidianamente mis hermanos de cofradía- soñar y desear al Príncipe Azul.
Advierto que me escudaré en la falta de alguna de las particularidades más adelante escritas para rechazar, vejar, burlar y ofender a todo aquel que ose acercárseme sin ser lo que siempre soñé, que llevo mucho tiempo articulando esta ansia como para que venga un simple mortal a mancillar mi anhelo con mal aliento, un sueldo bajo, barriguita de cervecero, problemas familiares, impotencia, mal gusto para las camisas, vivienda con techo de láminas de zinc, piel color tierra, desconocimiento sobre temas esenciales como filosofía bizantina, vinos guatemaltecos, Harry Potter, sexo tántrico, historia del Miss Venezuela, y todo aquello que imagine pueda decepcionar a un alma sencilla y pura como la de cualquier homosexual latinoamericano actual...

...

Ahora en serio.
¿Es mucho pedir un hombre sensato, dueño de su vida, solvente emocional y afectivamente; con vida propia, que no quiera vivir la mía ni que yo viva la de él; que no quiera que yo lo mantenga, ni comprar mi independencia a punta de reales, dispuesto a embarcarse en una relación que dure hasta que uno de los dos se muera, que no tenga traumas sexuales, y que -por favor- sea masculino, inteligente, con opiniones y criterio propio, y que pensar no le suponga un esfuerzo agotador? ¿Es mucho pedir, acaso?

Un pana colabora