lunes, 21 de enero de 2008

¡¡¡Dios, que horror, soy hombre!!!

Menos mal que hace mucho aprendí que nunca debo decir nunca. Menos mal que hace mucho aprendí que soy capaz de las cosas más atroces y que sólo me contiene la conciencia. Gracias a Eru que la tengo y que puedo detenerme luego de dejarme correr sin pensar en las consecuencias por algún tiempo.
Mea culpa. Soy varón, y aunque suene -y lo sea- a excusa barata, quiero achacarle la responsabilidad a las gónadas, al menos en esta oportunidad. Pero mejor comienzo a contar de qué se trata.
Me ha dado por asar dos conejos al mismo tiempo, a veces hasta tres. Es la segunda vez que lo hago en los últimos meses, he conocido chicos -porque no hombres, lamentablemente- que me han interesado o por lindos, o por inteligentes, o porque tienen cara de saberlo hacer; por la razón que sea, que es lo de menos.
El quit del asunto es que el temor a no conquistar a alguno me ha llevado a intentar quedarme con todos. Mi voraz apetito sexual me ha llevado a decir todo aquello que se me ocurre que quieren escuchar con tal de lograr llevarlos a mi cama, y la verdad es que tan mal no me ha ido: la he pasado bien y ellos la han pasado bien, pero todos buscan más que lo que estoy dispuesto a dar y he dicho medias verdades para lograr una noche de buen sexo, a sabiendas que la verdad completa los espantaría.
Lo más triste de todo es que no vine a disculparme por eso, vine a exponer que, después de todo, sigo siendo varón: dominado por el apetito sexual, mentiroso natural, manipulador de mierda, perro con todas las letras, que vivo en gran medida para el sexo y dejo que este item condicione y afecte muchas de mis decisiones. Si me gustaran las mujeres seguro que me odiarían muchas de ellas.
Dios... Soy más varón que lo que muchos de los del otro lado -los heterosexuales, insisto- pudieran creer que un gay pueda serlo. Lo interesante que descubro es que cada vez encuentro menos razones para el rechazo, ¿qué puede criticar un hetero si somos tan parecidos?

martes, 8 de enero de 2008

El hombre que espero

Dicen por ahí, y hasta la Billo's lo cantó, que "Año nuevo, vida nueva", pero la verdad es que yo no termino de entender cómo un cambio de fecha puede modificarle la vida a una persona, a menos que, claro está, sea la fecha de su ejecución, por ejemplo.
Creo que por eso tampoco creo en horóscopos, por muy chinos o mayas que sean, pues la responsabilidad de que la semana siguiente sea mejor o peor que ésta recae en un porcentaje bastante grande sobre mi, sobre mis actos, en menor grado en algo de buena o mala leche; pero nunca en que el plutonio esté reducido o que Marte esté convexo. Me niego a aceptar determinismos.
De todos modos, es innegable que una vez que un ciclo cierra -evento que no necesariamente tiene que ver con el calendario-, es bueno replantearse el siguiente estadio en el que se desea encontrarse. No sé si aquello de la "visualización" funcione, sea cierto, o sólo sea un bonito lavado de cerebro marca Nueva Era, pero sí sé que no se obtiene lo que no se desea. Puede llegar a ti si no lo quieres, pero por no quererle, pues probablemente no le pares.
Así que una vez superado el despecho más largo, intenso y sufrido de la historia de mi humanidad, una vez constatado que no me muero por culpa de esos ojos verdes que alguna vez encontré más que bonitos, declaro estar preparado para recibir al próximo hombre de mi vida.
Y, deseoso de alcanzar la que quiero sea la siguiente fase de mi vida, hago público el "Compendio, Manual o Instructivo para alcanzar a ser el hombre que Carlitos el Nómada anhela". Hoy me permito -como lo hacen cotidianamente mis hermanos de cofradía- soñar y desear al Príncipe Azul.
Advierto que me escudaré en la falta de alguna de las particularidades más adelante escritas para rechazar, vejar, burlar y ofender a todo aquel que ose acercárseme sin ser lo que siempre soñé, que llevo mucho tiempo articulando esta ansia como para que venga un simple mortal a mancillar mi anhelo con mal aliento, un sueldo bajo, barriguita de cervecero, problemas familiares, impotencia, mal gusto para las camisas, vivienda con techo de láminas de zinc, piel color tierra, desconocimiento sobre temas esenciales como filosofía bizantina, vinos guatemaltecos, Harry Potter, sexo tántrico, historia del Miss Venezuela, y todo aquello que imagine pueda decepcionar a un alma sencilla y pura como la de cualquier homosexual latinoamericano actual...

...

Ahora en serio.
¿Es mucho pedir un hombre sensato, dueño de su vida, solvente emocional y afectivamente; con vida propia, que no quiera vivir la mía ni que yo viva la de él; que no quiera que yo lo mantenga, ni comprar mi independencia a punta de reales, dispuesto a embarcarse en una relación que dure hasta que uno de los dos se muera, que no tenga traumas sexuales, y que -por favor- sea masculino, inteligente, con opiniones y criterio propio, y que pensar no le suponga un esfuerzo agotador? ¿Es mucho pedir, acaso?

Un pana colabora